TERAPIA NEURAL, UNA PROPUESTA LIBERTARIA
Damián Eduardo Pelizzari
Médico. Argentina
-- Encuentro Internacional de Terapia Neural. Argentina 2006 --
El milagro de las Concepciones Médicas no ortodoxas es la posibilidad, que demuestran en su accionar, de un relacionarse distinto con los procesos de salud y la vida misma. En un contexto donde la regla es la homogeneización, la normatividad y la expropiación, aún dentro de las prácticas de salud alternativas, médicas o no, carentes del sustrato conceptual, la Terapia Neural, principalmente, por la inespecificidad y no intencionalidad de su estímulo, constituye en sí misma, una propuesta que se hace revolucionaria y libertaria al promover los procesos de autogestión del individuo.
EL CONTEXTO
Hace ya unos años, unos 5, o tal vez 10, aunque no sé si en realidad no sucedió ayer, llega, no recuerdo bien si a la consulta de la cordillera mientras era médico rural o a la consulta de Terapia Neural en Buenos Aires o a la de Colombia, Don Anselmo, un personaje que por su nombre, su título de don y su atuendo, bien se parecía a un hombre de campo, de esos que llevan el sombrero clavado hasta las orejas para protegerse de la lluvia y la nieve mientras cabalgan, que entienden de animales, lluvias, tormentas, frío, cosechas que se hielan, pero poco conocen de subtes, celulares y semáforos.
Pero haciendo un esfuerzo en la memoria, don Anselmo, que ya empiezo a dudar inclusive de su nombre y su título, bien se parecía también al hombre citadino, el que se agolpa en subtes y colectivos para llegar al trabajo, que no deja de mirar las noticias, ni de andar con varios diarios del día bajo el brazo, para no perder detalle de lo que nos informan de lo que pasa en el mundo. El mismo que se interna en el ciberespacio buscando esas informaciones que no aparecen en diarios ni libros.
Don Anselmo entonces, para designar de alguna manera a este personaje, en alguna oportunidad no muy precisada, llega a la consulta y hace posible ese encuentro nuestro tan misterioso y cargado de conjeturas, el llamado medico-paciente, que definitivamente no parece ser más que un encuentro humano, con características muy propias y singulares, cosa común y distintiva en cada encuentro de seres.
En aquel entonces, Don Anselmo me sorprende con el relato de un diálogo que había tenido con su médico:
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Don Anselmo, con su diagnóstico, es perentorio que se haga la cirugía, de lo contrario puede sufrir graves complicaciones.
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¿Si doctor? Usted sabe que siempre le tuve mucho miedo a la cirugía. Eso que lo duerman a uno, lo abran y le hagan vaya uno a saber que cosa, no sé, la verdad que me da miedo, pero usted es el que manda. Siempre hice caso de lo que el médico me dijera, porque uno ¿qué puede saber de medicina? Mándeme nomás al cirujano, doctor.
Hoy comienzo a sospechar que no fue precisamente el relato de don Anselmo lo asombroso, ya que estos relatos, se repiten una y otra vez y en muy diversos ámbitos. Lo asombroso, comienzo a creer hoy es la naturalidad con la que vivimos este tipo de situaciones.
Don Anselmo contó que la cirugía había sido finalmente un éxito, que en palabras del propio cirujano, habían "barrido con el problema". No recuerdo ya el diagnóstico de entonces, pero sí que don Anselmo estuvo mejor. Estaba muy contento por los resultados de los análisis que ya se habían normalizado. Siguió sin embargo con algunas molestias similares a las que tenía antes de la cirugía y algunas nuevas que el psicólogo a quien fue a ver por recomendación del cirujano, le dijo que pronto desaparecerían, cosa que no sé si ha ocurrido o no.
Este encuentro vivido en algún momento, para no dar una referencia temporal definida a una situación que se repite a diario y en muy diversos contextos, fue el punto de partida para una serie de reflexiones acerca de lo que entiendo como la expropiación de la salud y la vida misma al propio individuo, acerca de los modelos y poderes homogenizantes, que excluyen y no permiten ni la otredad ni la singularidad.
UNA POSIBILIDAD
María de los Ángeles, una niña de apenas poco más de un año de edad llega a la consulta llevada en brazos por su madre. En aquel entonces, hace unos dos años, la niña a quien le habían hecho muchos diagnósticos, tantos que hacían dudar que quien los colocara realmente tuviera conocimiento de lo que pasaba en ella, se encontraba bastante mal.
Se venía desarrollando lentamente, tenía más de un año y aún no caminaba. Tenía dificultades para alimentarse, no jugaba ni reía.
Nancy, la madre, una mujer joven y fuerte, había decido sacarla del hospital donde había estado internada muchas veces, a pesar de las sentencias amenazantes de los médicos y de las tragedias que podrían suceder si irresponsablemente suspendía el tratamiento de su hija, que a los ojos de esa madre atenta, no estaban haciendo demasiado bien a la niña.
Comenzamos a trabajar. La niña que en un comienzo yacía fláccida sobre la camilla y no lloraba siquiera al colocarle las agujas comenzó poco a poco a mejorar. Al cabo de más de un año de trabajo, la niña comenzó a reír, a llorar y enojarse con los pinchazos, ya entraba a la consulta caminando de la mano de su madre y revolvía cuanto estaba a su alcance.
Hubieron en el camino muchas crisis. A veces María decaía, levantaba grandes fiebres y dejaba de comer. En una oportunidad inclusive le diagnosticaron una neumonía. Pero a pesar a estas crisis, o quizás, con la ayuda de estas crisis, María mejoraba. No sólo ella. También su madre.
La mejoría de la niña es un acontecimiento feliz. Nos llena de alegría a todos y sirve de estímulo para continuar nuestro trabajo.
Pero, ¿qué sucesos se fueron dando en ese proceso?
¿Se trata de otro caso más en favor de la efectividad de la TN?
En la intimidad de la consulta quedaba claro que había mucho más que las agujas cargadas con procaína, los posibles campos de interferencia, los segmentos y los fenómenos en segundos que jamás se hicieron presentes en esta niña ni en su madre, como fenómenos terapéuticos que se desarrollaban.
En cada una de las crisis de María, que no se veían sencillas, aparecía un médico, mi persona, cargado de incertezas y temores que tímidamente y a la vez con la convicción de saberse en un turbulento río de posibilidades, se apoyaba en las agujas como punto de contacto y código de lenguaje mútuamente aceptado entre María, mi persona y la vida misma.
Este es un diálogo ininteligible a los ojos de la racionalidad ordinaria, pero que denota un conocimiento innato que permite un contacto palpable con una complejidad manifiesta como es la vida y el misterio que ella representa.
Enfermo, terapeuta y la vida que se enmarañan en una red de borrosidades y complejidades donde lo único que queda claro, es que por un lado, no existe un sujeto poseedor de un conocimiento acabado que le otorgue un poder diferente ni mucho menos dominante; por otro lado, que tampoco existe un sujeto pasivo ni dependiente del poder-conocimiento del primero, y tercero, que el contexto en el que se encuentran estos dos sujetos, es un contexto fluyente, cambiante y que permea a ambos por igual.
Dicho de otro modo, no existe un terapeuta observador y un paciente observado en un contexto inerte. Existen dos seres, en sus respectivos procesos vitales, que se encuentran en un medio totalmente activo e interactivo.
Es la cita entre enfermo, terapeuta y la vida. Ese encuentro dialógico, lleno de posibilidades, de las preguntas infinitas que no conocen de respuesta que las cercene, sino de aproximaciones que las enriquece y de cooevolución como emergencia compartida y simbiótica que hace posible, de una manera más, la evolución y trascendentalidad de los sujetos que la viven y de la vida misma.
Dos situaciones en apariencia similares. Don Anselmo, que luego de su cirugía mejoró en cierto sentido, normalizó sus valores de laboratorio y con eso aplacó su angustia y la del médico. Persisten malestares y se agregaron algunos nuevos, pero el tratamiento fue un éxito.
María, que obtuvo también una mejoría luego de su período de tratamiento. Ya ríe, juega y cuando la chuzan llora. Aparecen aún esas crisis, a veces severas, pero de las que se recupera.
REENCUENTRO CON LA AUTONOMÍA DEL INDIVIDUO
Supongamos por un momento que de alguna manera podemos cuantificar, a través de una escala predeterminada, la mejoría de una persona frente a una propuesta terapéutica.
Supongamos que el grado de mejoría tanto de don Anselmo como de María es similar.
Supongamos que podemos reducir las infinitas variables que juegan en un proceso singular dentro de un sistema de alta complejidad, a una variable única, que no tiene que ver generalmente con la emergencia resultante del sistema, sino con un parámetro único, escogido, tangible y mensurable que arbitrariamente se lo define como resultado.
Ajustémonos al reduccionismo simplista de pretender tomar como referencia del resultado de una propuesta terapéutica un valor arbitrario de la escala numérica del uno al diez.
Supongamos por un momento, para lo cual deberemos dejar de lado una miríada de situaciones singulares, únicas e irrepetibles, que tanto don Anselmo como la pequeña María tuvieron un resultado terapéutico cuantificado en un número del mismo tenor.
Supongamos por un instante que la Terapia Neural podría ser cuantificada en base a unos resultados presupuestos.
Supongamos que este número es un 8 sobre un máximo de 10. Luego del tratamiento, tanto don Anselmo como María lograron una mejoría del 80%.
Hagamos el esfuerzo y tomemos este dato como un hecho real.
Don Anselmo obtuvo un 80 % de mejoría luego de la cirugía, una cirugía que fue una propuesta terapéutica prácticamente impuesta, bajo un carácter de casi obligatoriedad, en la cual el propio paciente accedió a ella sólo a través de una negación de su propio sentir, de su temor y luego de acatar la orden médica, esto es, renunciar a su autonomía en la gestión de su propio proceso de salud.
Don Anselmo no decide realizar un tratamiento, sino que decide acatar una orden médica, dos hechos estos, que si bien parecen similares, están separados por un gran abismo.
La mejoría fue del 80%, sin embargo aparecieron nuevas situaciones no gratas para don Anselmo que necesitaron de la valoración objetiva, nuevamente de un tercero, ahora el psicólogo, que pusiera nombre y clasificara su sentir, para finalmente desestimarlo, desestimando así la singularidad del proceso de Anselmo y alejándolo a este, cada vez más de su autonomía.
María obtuvo también un 80% de mejoría luego de más de un año de tratamiento con Terapia Neural y alimentación sana. En el devenir del proceso de la niña hubieron muchos sucesos, algunos de ellos críticos por la intensidad con la que fueron vividos. Episodios de empeoramiento, fiebres y decaimientos que significaron además de la incertidumbre misma del proceso en sí, nuevos chuzazos y más de una noche de desvelo de su madre mientras le colocaba paños o fomentos calientes a la niña en el pecho o el abdomen.
Llamativamente, o quizás no tanto, la niña, a pesar de esos episodios críticos que con el tiempo se fueron espaciando cada vez más, fue mejorando hasta alcanzar ese 80% de mejoría que hemos definido.
Ahora bien, ¿qué otros procesos, quizás tan importantes como la misma mejoría de María, o mejor aún, quizás como sucesos inseparables e inevitables del proceso de sanación de la niña se estaban dando?
Ya hemos ilustrado someramente el estado de la niña al momento de su llegada a la consulta por primera vez. ¿Pero, que pasaba con Nancy, su madre?
Antes de respondernos esa pregunta es importante preguntarse, ¿dónde comienza el proceso de enfermedad? ¿a quién se limita? ¿empieza y termina en la niña o es ella la emergente dentro de un complejo sistema de inter y transrelaciones que van más allá de ella?
La selva amazónica, pero también la estepa africana, la cordillera en la Patagonia Argentina, la cordillera central de Colombia o el Putumayo. Los miembros de una comunidad indígena se encuentran reunidos. El Chamán, Machi o Merepik comienza un ritual de sanación por un pequeño que ha enfermado. Toda la comunidad participa. Ellos saben, sin lugar a dudas y desde hace tiempo, que la enfermedad y la sanación no empiezan ni terminan en el enfermo.
En esta situación que tomamos como ejemplo algo de eso podemos ver que ocurrió.
Nancy, una mujer agobiada, angustiada y ya agotada al momento de nuestro primer encuentro, fue revelando una mujer increíblemente fuerte, sensible, que denotaba una sabiduría innata, quizás la misma sabiduría y fortaleza que C. P. Estés, denomina en su libro Mujeres que corren con los lobos, la mujer salvaje, esa fortaleza sabia, intuitiva y protectora que existe inmanente y latente en lo femenino.
Los caminos empiezan a diferenciarse.
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Don Anselmo logró un porcentaje de mejoría importante y hasta algún osado podría aventurarse a hablar de éxito terapéutico.
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María logró una mejoría importante, pero ya no nos sirve ni interesa el porcentaje.
Allí obviamente no entran el cambio desarrollado por su madre, ni tampoco la sonrisa de ambas que fue el común denominador en cada uno de nuestros encuentros, a pesar de los pinchazos y las fiebres, y mucho menos aún, entra la sonrisa mezclada con asombro de mi parte, el médico.
AUTOECOORGANIZACIÓN COMO PROCESO LIBERTARIO
Tomando ideas de la Teoría general de Sistemas, propuesta inicialmente en 1925 por Ludwig Von Bertalanffy, biólogo alemán, los sistemas son conjuntos de elementos (sucesos) de mayor o menor complejidad, que están estrecha e indivisiblemente relacionados unos con otros, a tal punto de funcionar como una unidad.
Estos sistemas a su vez constituyen sucesos de sistemas mayores, de tal manera que todo sistema integra un sistema mayor (macrosistema) y es integrado por sistemas menores (microsistemas).
En lo viviente, estos sistemas se caracterizan por poseer un orden muy particular, orden que no es predecible, que no es inteligible desde la razón convencionalmente aceptada como válida y que aparentan un estado de desorden al que se le llama caos. Al permitir este caos, la correcta interacción de los elementos (sucesos) del sistema lo que se traduce en un funcionamiento armónico del sistema en su totalidad, se lo denomina caos determinista.
Este sistema de alta complejidad, dinámico, alejado del equilibrio, caótico y determinista, que aparenta un desorden, está a su vez en permanente intercambio de materia, energía e información con el medio. Son sistemas abiertos. El sistema no es sin su medio, ni el medio es sin los sistemas que lo integran. Una integración que no conoce de límites ni demarcaciones, sino de borrosidades.
Los sistemas vivientes, en su movimiento errático y caótico, realizan permanentemente su autoorganización.
Fritjof Capra, en su libro El punto crucial, dice que esta autoorganización incluye dos fenómenos principales complementarios. La autorrenovación, como la capacidad y tendencia del sistema a renovarse y conservar su esencia, que es lo que hace que el sistema se conserve como tal y no se transforme en otro diferente, y la autotrascendencia, como la tendencia y capacidad del sistema de transformarse y evolucionar, integrando en este proceso, el estímulo del medio.
La autoecoorganización entonces, suceso fundamental en la TN, la entendemos como el proceso de organización que se gestiona en el mismo sistema, integrando de manera dinámica su tendencia de autorrenovación y autotrascendencia, organización ésta que se da en armonía, en un estado dinámico de integración, cooperación y fusión con el medio.
El individuo en su singularidad hace al medio, y el medio al individuo.
Este concepto de autoecoorganización implica un pensamiento totalmente innovador y revolucionario. La autonomía y libertad del sistema.
Un sistema con capacidad de autogestionarse, de transformarse, de renovarse, de mantenerse, de fluctuar y que a la vez está naturalmente enritmado en los procesos de su entorno, del universo.
Es una danza donde no se distinguen música, baile ni bailarines. Todos ellos se funden de tal forma que aparece la danza como fenómeno emergente y mágico también dentro de una red de sucesos complejos.
Los indios, quienes nos antecedieron en estas tierras antes de que fueran diezmados por la imposición de un paradigma de sometimiento y dominación, no hacían música ni bailaban. Ellos se volvían la misma música y el baile.
La Terapia Neural invita a esta danza.
UNA POSIBILIDAD QUE SE PIERDE
Un curso de acupuntura. Un renombrado profesor, con años de trabajo y experiencia, disertando mientras los asistentes casi desesperadamente toman nota de cuanto dice cuidando de no perder detalle. "Punto 26 de vejiga. Ideal para la hepatitis con enteritis."
Don Anselmo, nuestro paciente del comienzo, realmente no anduvo muy bien. La cirugía había sido un éxito, la ecografía y laboratorios ya daban normales y hasta incluso estaba tomando menos dosis del medicamento que usaba previo a la operación.
Sin embargo no estaba contento. Las molestias que la psicóloga aseguró desaparecerían, no lo hicieron y hasta incluso empeoraron a tal punto que por primera vez en su vida, don Anselmo comenzó a tomar pastillas para dormir, que luego, por cuenta propia, empezó a tomar durante el día ya que vio que le daba alivio a una serie de sensaciones y situaciones molestas que por pudor, no se atrevió a contárselas a la psicóloga y menos al cirujano.
Quizás fue en alguna charla de café en la que don Anselmo realmente no podía disimular su descontento y preocupación respecto de su sentir, a pesar de los infaltables ansiolíticos, a los que ya le habían agregado antidepresivos de última generación, en pequeñas dosis que no le harán daño y le mejorarán el ánimo, le dijo el psiquiatra al que lo remitió la psicóloga; alguno de sus pacientes oyentes y preocupados amigos, le dieron el nombre de un médico alternativo. Ninguno tenía idea realmente de qué era lo que hacía este médico, pero por comentarios de comentarios, el tipo anda con unas agujas, te da unas hierbas y parece que funciona.
Con la misma cara mezcla de temor, desconfianza y una necesidad casi desesperada de creer, la misma que tuvo por primera vez cuando entró al consultorio del cirujano, luego al de la psicóloga y más tarde al del psiquiatra, don Anselmo entra al consultorio del médico alternativo.
Salvo los tranquilizantes que siguió tomando en dosis menores, los demás medicamentos fueron suspendidos. La consulta había sido muy promisoria. Aún no notaba cambios, apenas habían pasado unas pocas horas del encuentro con el alternativo, pero estaba muy esperanzado.
Lo asustaba un poco a don Anselmo la idea de dejar los medicamentos, pero lo tranquilizaba el saber que le habían puesto agujas en la tiroides, una glándula del cuello, que según le dijo el médico eran para la depresión y en la cabeza, para mejorar el insomnio.
Las agujas no habían sido tan aterradoras como decían, y Anselmo era un hombre sufrido que no le temía demasiado a eso.
Glóbulos y gotas también le fueron dadas en la misma consulta, además de una dieta y unas hierbas en comprimidos que servirían para dar solución a otras molestias que Anselmo fue narrando, ya con menos inhibiciones, no por haber disminuido su pudor e incomodidad a revelar su intimidad a un desconocido, sino porque el malestar era de tal magnitud, que el pudor y el celo por lo propio, no eran más que un vago recuerdo.
A partir de aquí se abrió un mundo totalmente nuevo y desconocido para don Anselmo.
Supo que las agujas que le colocaron eran de terapia neural y que los glóbulos y gotas eran de homeopatía. También conoció las agujas de acupuntura y de aurículoterapia. Conoció del tratamiento con ozono y hasta empezó a leer de sintergética.
Poco a poco, lo que en algún momento llegó a ser un arsenal que Anselmo guardaba en su mesa de luz, las pastillas para la presión, las del colesterol, las del insomnio, los antidepresivos y los analgésicos, fueron reemplazados por frasquitos llenos de pequeños glóbulos homeopáticos, fitoterápicos, multivitamínicos, todos naturales, por cierto, libros de autoayuda, que curiosamente y por primera vez, despertaron un interés antes desconocido en nuestro paciente, la lectura, libros que a medida que leía remarcaba las páginas de interés con folletos, papeles y anuncios de médicos chinos, terapeutas neurales y hasta un volante con el anuncio de un centro que por una cuota mensual, inferior a lo que pagaba en su obra social, podía acceder sin cargo a un diagnóstico iridológico y tres sesiones de terapia neural por mes.
Don Anselmo se acuesta en su cama por la noche y antes de dormirse da una breve lectura a uno de sus libros. Contento por el cambio que ha dado en su vida, cambio que se esfuerza en divulgar entre sus amigos del café, va quedando dormido.
La consulta con el médico neuralterapeuta le fue cancelada a último momento, pero por suerte, consiguió la cita con el acupuntor. Ahora duerme tranquilo.
Una posibilidad acaba de perderse.
COMPROMISO ÉTICO DE LAS CONCEPCIONES MÉDICAS NO ORTODOXAS Y DE LA TERAPIA NEURAL
Sin lugar a dudas, los procesos que tanto don Anselmo como María fueron realizando son diferentes, muy diferentes a pesar de ese 80% de mejoría que arbitrariamente pretende homogeneizar ambos resultados, obviando, naturalmente la singularidad de cada proceso.
En la complejidad inabarcable desde la capacidad de razonamiento humano que existe en la vida misma y en el proceso de enfermar, si hay un elemento que los denominados médicos alternativos tenemos a nuestro favor, es que somos conscientes de dicha inabarcabilidad y por lo tanto de la incompletud de nuestra apreciación respecto del proceso y de la realidad.
Esto da lugar a la existencia de un conocimiento no racional ni volitivo que yace inmanente detrás de cada proceso, ya sea el proceso que se da dentro de una célula, en los movimientos atómicos y cuánticos de las moléculas que la forman, o los que se dan en el vasto universo y que rige todo cuanto sucede en él.
Orden implícito fue el término con que David Bohn se refirió a este conocimiento inmanente.
La autoecoorganización es precisamente este conocimiento que en algún momento específico de la vida de un individuo singular determina la aparición de un proceso vital y teleológico al que llamamos enfermedad, que surge dentro de un contexto y un orden implícito universal.
La autoecoorganización entonces surge como un proceso emergente, dinámico, caótico, de construcción y transformación permanente, en un diálogo del individuo consigo mismo y su entorno, el universo.
Es un fluir constante que se da a cada momento. A cada momento cada ser singular, en su vasta complejidad, sea este un astro de la inmensa galaxia, una hormiga, una célula, un átomo, o el mismo ser humano, está en proceso de autoecoorganización.
Nuevamente, permitirse pensar siquiera un instante en la vastedad y complejidad de este proceso, implica reconocer un conocimiento que poco tiene que ver con las limitaciones de nuestro restringido razocinio y la autonomía natural que cada ser vital posee, de manera innata, en esta danza cósmica que tiene lugar en todas partes y de la que todos somos parte.
He aquí lo que es a mi juicio el compromiso vital y ético de las Concepciones Médicas no ortodoxas y da la TN principalmente.
Podríamos hablar de porcentajes de mejorías, de éxitos terapéuticos, de recursos y estrategias terapéuticas que sumadas, a modo de guerrero que prepara su arsenal antes de dirigirse a la batalla, inferimos nos conducirán a mayores éxitos.
Podemos pensar que un glóbulo de homeopatía luego de un troncal simpático, o una mezcla de lisados, flores y agujas de aurículoterapia podrán mejorar nuestros resultados, y hasta podemos encontrar seguramente quien maneje todas estas técnicas con aprobada destreza, pero así, una vez más, el gran manto de la ignorancia y el irrespeto cubre y nos oculta la magia que existe en estas concepciones medicas no convencionales, y nuevamente, fantaseando con una propuesta diferente caemos en lo mismo que criticamos y peor aún, porque en este caso la mentira la tejemos nosotros mismos.
La TN, con sus agujas cargadas de procaína al 0,5 o 1 % genera ese estímulo inespecífico que facilitará el desarrollo de un proceso propio e inherente al sistema mismo.
En la TN no hay ni puede hacer intencionalidad, ni siquiera direccionalidad.
Atendemos personas que tienen angustia, dolores de articulaciones, gripe, cáncer, pero las agujas que colocamos no llevan en sí sustancia alguna que tenga efecto ni contra la angustia, la artralgia, gripe ni cáncer.
Tampoco, desde la concepción de la TN, conocemos de puntos específicos ni para la angustia, la gripe o el cáncer. Entendemos que el proceso singular que vive la persona surge como una emergencia desde toda su integridad, siendo el sitio donde colocamos nuestras agujas, ni más ni menos que el sitio elegido, de acuerdo a lo que le pasa, a la vivencia de lo que le pasa, a su historia de vida y a nuestro propio relacionarnos con el otro, para acceder a ese sistema de alta complejidad, dialéctico y caótico, en cambio permanente.
Es por esto que en la TN no hay espacio para dogmas ni vademécums. Existen fundamentos científicos, técnicos, filosóficos y conceptuales que nos permiten un acercamiento más estrecho y fluido con la complejidad del proceso que se desarrolla, pero nunca vademécums. Por el contrario, ellos nos cercenan posibilidades.
La TN permite y facilita que el individuo mismo sea quien realice su proceso de sanación, su autoecoorganización.
No entender esto, es estar realmente alejado de lo que es la TN, y nuevamente perderse la posibilidad de acercarse un poco más a este universo de complejidades y teleologías que va haciendo su juego, con el ser humano también, como suceso vital de ese juego.
Sospecho, cada vez con más fuerza, que el discurso que vamos armando, aún dentro de sus limitaciones, que nos permite por un lado, a quienes lo armamos, cierta tangibilidad de un proceso que por mucho escapa a nuestra capacidad de aprehensión y por otro, la posibilidad de comunicarnos, no es sino la excusa para promover y sumarnos a una posibilidad esperanzadora de un mundo más feliz, libre y solidario.
Este creo que es el compromiso vital de la TN y su concepción. Por esto mismo podemos hablar durante horas de ella sin nombrar siquiera la aguja ni la procaína.
Por esto mismo es que se hace a veces muy difícil entender su verdadero propósito, o tal vez, su propuesta más feliz, para no caer en el absolutismo de creer en verdades únicas.