LAS EMOCIONES, LA ANSIEDAD Y LA TERAPIA NEURAL. EL SENTIR
David Vinyes
Médico. Sabadell (Barcelona)
-- Encuentro Internacional de Terapia Neural. Holguín, Cuba 2002 --
La Terapia Neural suele empequeñecerse ante trastornos emocionales de la misma manera como se crece con los procesos que cursan con dolor.
Nos puede ser muy útil la distinción conceptual clásica que se utiliza en antropología, introducida por el antropólogo y psiquiatra norteamericano de origen mexicano Horacio Fábrega, entre lo que es la enfermedad sentida (illness) y la enfermedad objetivada (disease). Nosotros estamos demasiado acostumbrados a tratar la enfermedad orgánica, objetivada, y nos olvidamos que la enfermedad es una experiencia personal y subjetiva que tiene a la vez toda una serie de condicionantes sociales y culturales (sickness) entre muchos otros.
Me acuerdo de un señor al que tuve que visitar en su domicilio porque no podía moverse del sofá desde hacía varios días. Un intenso dolor lumbociático se lo impedía. Comía, dormía y hacía sus necesidades desde el mismo sofá. Después de la aplicación de un Troncal Simpático a nivel de L5, pudo levantarse y subir las escaleras que llevaban a su habitación. Pero ¿porqué una persona se auto inmoviliza hasta estos extremos?.
Nos volvimos a ver al cabo de una semana, en mi consultorio, para dialogar. Ese señor, empresario, casado y con un hijo, hacía meses que pensaba en suicidarse. El día que hizo la lumbociatalgia era el día en el que pensaba ahorcarse. Seguía un tratamiento psiquiátrico a base de antidepresivos y altas dosis ansiolíticos. Mientras hablábamos se acordó que desde que le pinché, hacía una semana, no se había tomado ninguna de las 8 pastillas diarias que le mandó el psiquiatra. Simplemente se olvidó.
Yo creo que mediante la TN, ese señor buscó un nuevo orden interior, en su desilusión, impotencia, rabia, miedo, que hasta entonces lo manifestaba con dolor. Si nos quedamos en la mera desaparición del dolor, nos olvidamos de lo esencial. Si no sucede un cambio en lo emocional, lo más probable es que el dolor somatizado reaparezca, en el mismo lugar o en otro, de ahí la importancia de preguntar "¿Cómo se siente usted?"
Y me acuerdo también de una señora, infermera, divorciada y madre de dos niñas y un niño. Acudía porque sufría de menstruaciones muy dolorosas, hemorrágicas e irregulares. Le practicaron una ovariectomía por quistes de gran tamaño, exéresis de quistes de su pecho D, y de 7 pólipos de su cérvix uterino. Le realizaban una biopsia cada 4 meses para controlar su hiperplasia adenomatosa de endometrio. Sus tres hijos nacieron, casi de un modo pronosticado, por cesárea.
Según palabras de ella: "cuando me separé de mi esposo, que finalmente fue diagnosticado de maníaco-depresivo, empecé a mejorar de todos mis tumores -quistes, papilomas, pólipos, hiperplasia-, pero sigo teniendo una regla muy abundante y dolorosa que me impide ir a trabajar dos días al mes". Pinchamos el plexo ginecológico.
A los dos meses volvimos a vernos. Sus menstruaciones habían sido mucho menos abundantes y sin apenas dolor. Mejoraron también otros síntomas como pesadez de piernas, molestias en los pechos, flujo vaginal, cansancio, inestabilidad cefálica. También desaparecieron unos quistes que quedaban en el ovario izquierdo según informó el último parte ecográfico. "Pero tengo que hablarte de algo", me dijo, "desde que me pinchaste no paro de recordar los abusos sexuales que sufrí desde los 6 a los 12 años por parte de un familiar. Nunca se lo he dicho a nadie, pero creo que ahora debo explicártelo. Hacía muchos años que no venían esos recuerdos a mi cabeza. Hoy no siento ni odio ni rabia hacia él, sino pena".
En muchas ocasiones, yo no logro entender una mejoría física completa si no se acompaña de otra mejoría auténtica en la totalidad del ser, ya sea que estemos tratando una migraña, un hombro doloroso, una ciática o una dismenorrea.
De un modo parecido, una mujer que padecía de dolor en un hombro y fue descriptivamente diagnosticada de tendinitis del supraespinoso, se encontraba limpiando el cristal de una ventana cuando le apareció el dolor por primera vez. En una aparente evidencia, la causa de su dolor era la inflamación en el tendón, y la causa de esta inflamación era el sobreesfuerzo resultante de limpiar un ventanal, como si esa mujer no hubiese limpiado nunca antes esa ventana.
Si nuestro interés va más allá del dolor en el hombro y de la búsqueda de campos interferentes, nos interesaremos por sus relaciones familiares y sociales y por su estado de ánimo. Esa señora tenía serios problemas con su marido, en ocasiones violento. Un día su esposo entró en el domicilio, y dando un portazo empezó a gritar el nombre de su mujer. En aquel momento ella se encontraba limpiando el cristal de una ventana, y apareció un dolor en su hombro, probable manifestación de su miedo.
Un mes después de aplicar procaína en unos puntos dolorosos de su hombro, esa mujer manifestó haber mejorado mucho del dolor y de la movilidad de la extremidad. Interesándome por su situación familiar, ella explicó que "precisamente le he dicho a mi marido muchas cosas que nunca antes me había atrevido a decirle". Sinceramente creo que el miedo se reflejó en lo físico y que a través de los puntos de dolor físico se dio la posibilidad de actuar sobre lo emocional. Pienso que, si en casos parecidos a éste, no hay cambios en la actitud de la persona, o no hay mejorías emocionales, su reflejo doloroso reaparecerá tarde o temprano, en un sitio o en otro, comportándose como un foco interferente.
A veces nos resulta fácil encontrar una relación causal entre la perturbación física y el factor emocional cuando la persona acude con su enfermedad somatizada. Pero, ¿qué nos ocurre a los neuralterapeutas si alguien nos viene con ansiedad, miedo, depresión, o cualquiera que sea la definición de su estado emocional y espiritual displacentero?. Creo que solemos desviarnos hacia la homeopatía, las flores de Bach, o incluso la psiquiatría antes de intentar dialogar, una vez más, mediante la Terapia Neural.
No me estoy refiriendo sólo a la aplicación en la tiroides, pues por muy generosa que pueda resultar en innumerables ocasiones, caemos a menudo en la reducción "trastorno psicológico o emocional → inyección en tiroides".
Frecuentemente, la persona que acude quejándose de ansiedad (por llamarlo de alguna manera), se señala reiteradamente con la mano o el dedo unos puntos muy concretos, generalmente a nivel esternal, epigástrico, tiroideo, cérvico-occipital, etc. En la exploración de esos puntos solemos encontrar leves cambios en la piel, o bien la persona manifiesta sentir la ansiedad precisamente allí, o incluso nosotros podemos sentir esa ansiedad o algo parecido, si la exploración es muy sutil y si dejamos fluir. En ocasiones notamos la necesidad de bostezar si mantenemos nuestra mano en ese punto. La aplicación de procaína en esos pocos puntos suele desencadenar suspiros, y a veces también llantos y risas. Lo que sucederá a partir de ese momento es, como siempre, una sorprendente incógnita.
Juguemos a dejar fluir el sentimiento mientras pasamos los dedos de nuestras manos por las cercanías de ese SER que está cumpliendo el rol de paciente. Permitámonos percibir con nuestra totalidad, la unidad parcial de la que formamos parte con él y con quienes nos acompañan, en aquel lugar y preciso momento.
Si nos permitimos abrir nuestra capacidad de percibir, si aceptamos abiertamente la posibilidad de que una sensación fluya mientras buscamos zonas frías y calientes, en ocasiones, simplemente aparece un sentimiento, fluye. Sentimos sus náuseas en un punto, percibimos su angustia somatizada en un área muy localizada, incluso a veces intuimos dónde hay una zona dolorosa al pasar la mano. Vale la pena dar valor a esos puntos de sentimiento compartido.
En ocasiones se convierte en una buena fuente de información, como una intuición. Depende, entre otras cosas, de lo que nos permita nuestra racionalidad en aquel momento, y como en esos instantes acostumbramos a estar en una fase más emocional que intelectual, es posible que nos permitamos aplicar el estímulo neuralterapéutico donde nos oriente nuestro sentir. Ese será un buen momento para dejarse sorprender.
Acariciando dulcemente la piel de la persona, notamos también zonas de cambio físico, con una humedad, turgencia, suavidad diferentes. Suelen ser zonas dolorosas a la palpación superficial. Y suelen ser puntos en los que podemos SENTIR (nosotros y/o el/la paciente) que hay algo molesto. A veces sí, a veces no.
Si gozamos de una buena comunicación y entendimiento con esa persona durante la exploración, ella nos puede relatar lo que va sintiendo mientras desplazamos nuestra mano, o le tocamos suavemente con los dedos. Explorando sujetos que tienen esa sensibilidad, es una oportunidad que tenemos para aprender a sentir.
Si seguimos dando libertad a lo que pueda suceder, a veces ocurre que esa persona que descansa acostada, después de haber recibido un estímulo procaínico, táctil o cualquier otro, oye voces que le hablan o le cantan, ve colores en el techo, sueña durante horas en tan solo unos segundos... Si aprendemos a ser y estar ahí, es otro buen momento para sorprenderse.
Entonces, a veces, cuando lo sintamos, dejemos fluir el sentimiento que nos viene del movimiento de los dedos y de las manos al moverlos suavemente por las proximidades del SER que está frente a nosotros y recuperemos un poco más de libertad. Cuando abrimos esa puerta, nos acercamos más a la unidad que formamos con él y con ellos, y nuevas experiencias ocurren, y en ocasiones, las podemos sentir y gozar, y sentirnos nuevamente niños.
No es otra manera de establecer un diálogo,
es un modo de deshacer los límites del diálogo.
Sintámonos cómodos con el o la paciente,
respetémonos, dialoguemos
No lo veamos como un asno, que no sabe,
y del que hay que tirar hacia lo que nosotros consideramos la normalidad globalizada
A veces cargamos al/la paciente con abundantes pruebas complementarias, excesivos fármacos, demasiados miedos y escasas expectativas. Una cruz que en ocasiones le/la sobrecarga.
A veces nos cargamos de abundantes protocolos,
excesivas responsabilidades, demasiado orgullo y escasa humanidad.
Una cruz que en ocasiones nos sobrecarga.
Los dioses no necesitan nada;
los que se les parecen,
pocas cosas
Diógenes