Imprimir

Terapia Neural y feminismo: metáforas que se abrazan

Adalgiza Charria
Médico. Colombia

-- Encuentro Internacional de Terapia Neural 2003. Bogotá, Colombia --

Ni el amor, ni los encuentros verdaderos, ni siquiera los profundos desencuentros, son obra de las casualidades, sino que nos están misteriosamente reservados.

Encuentro impulsos, rumbos, flujos, búsquedas y contradicciones similares en los procesos de la Terapia Neural y el feminismo que conforman una especie de metáfora vital que encuentra su potencia en la profunda capacidad desestabilizadora de un orden y un modelo dominante.
Hay un primer impulso que tiene que ver con el malestar que nos produce este orden de cosas, esta manera de instalarse en la vida y en la muerte, en el gozo y la derrota, estas prioridades en donde los bancos han reemplazado los templos porque todo esta en venta, porque nada es sagrado, porque el consumo sustituyo a la esperanza. Los modelos económicos, políticos, culturales y de salud imperantes nos parecen patéticos y tristes, entre otras, porque consiguen hacer pasar por normal lo que es aberrante y por aberrante lo que es normal.

En común: el malestar con los modelos del éxito, la feria de las vanidades, la moral de los poderosos, los simulacros de la libertad, la canalización de la sexualidad, la extinción de las especies, la confusión de la normalidad con la normatividad. Estoy convencida de que para ser alternativos y feministas se requiere cierta conciencia critica, cierta indignación, cierto hastió de estas certidumbres.

Pero a la vez, estoy segura, también nos impulsa el agradecimiento, la devoción, ese giro del alma que en muchas ocasiones nos hace llorar de belleza y dicha y que nos señala la hondura de la gratitud, la aceptación de cuanto la vida trae consigo. Hoy sabemos que la revolución no basta ni resuelve lo fundamental si no es una Revolución Evolutiva. Una mezcla rara de indignación y gratitud impulsan las velas de nuestra pasión. Porque si bien la terapia Neural nació como una técnica medica, lo fundamental de su practica se afinca en un cambio de razón, de lógica de pensamiento, de concepción, de relaciones, de mirar con otros ojos, de ponerse en riego como sujetos interrelacionados e interdependientes. A las mujeres, a la vez, nos ha tocado intentar volver a parirnos a nosotras mismas. Entender que hay ciertos roles que no son naturales, que hemos aprendido ciertas formas de ser mujeres desde una cultura que desprecia lo femenino, que hemos olvidado mitos ancestrales, que tenemos que devenir mujeres. Hemos tenido que volver a pensar conceptos pervertidos como amor, liberación, familia, patria, desarrollo, progreso, revolución.

Ha sido y es imperativo para nosotras dar un salto cualitativo en la manera de pensar, que no significa sólo pensar cosas nuevas, sino pensar de un modo diferente, situarse en otro lugar que tampoco será el definitivo.

Ha sido y es imperativo para nosotras dar un salto cualitativo en la manera de pensar, que no significa sólo pensar cosas nuevas, sino pensar de un modo diferente, situarse en otro lugar que tampoco será el definitivo.

Ampliar el campo de visión, cambiar la estructura misma de la lógica, crear otro orden simbólico en donde puedan convivir lo racional con lo intuitivo, lo lógico con lo lírico, lo subjetivo con lo objetivo, lo personal con lo impersonal, el caos con el orden. Tanto la terapia Neural como el feminismo no pertenecen al modelo dominante. El que anuncia el marketing mayoritario es el del hombre blanco, macho, heterosexual, guerrero, exitoso y depredador. Las minorías son subjetividades en devenir, las mujeres tenemos que devenir mujeres como los alternativos, alternativos. La mayoría responde y reproduce un modelo, las minorías carecen de modelos y cuando una minoría crea sus modelos es porque quiere convertirse en opción, lo que sin duda es necesario para su supervivencia - ser reconocido, conquistar derechos, etc.- pero su potencia procede de aquello que ha sabido crear, innovar, subvertir.

La práctica feminista sabe por ejemplo que tiene que afirmar su ambivalencia para no debilitarse. Esto significa mantener unidas participación y extrañeza, luchar por mantener una presencia en las esferas del poder, pero cuestionando permanentemente ese poder; participar pero haciendo visible la posición de no inscripción en el orden político; reivindicar las libertades civiles y políticas sabiendo que la libertad de las mujeres no se logra en los limites de las democracias liberales.

Seguramente es importante y sin duda es el momento para la Terapia Neural, entablar relaciones con la academia y con los servicios de salud, como para las mujeres estar en espacios donde se toman decisiones publicas, pero la resistencia no se lleva a cabo allí, la resistencia como lo propone Martha López, es una fuerza nómada que no se localiza porque ella nace del devenir y del encuentro con otras singularidades que tienen como propósito los medios sin fin.

Si bien esta es una primera metáfora que quisiera resaltar, una ética de la resistencia que sabe que su potencia esta en lo legítimamente otro y que su lenguaje debe procurarse la fuerza de la ambigüedad -entrar y salir, visibilizarse para desaparecer, estar para no permanecer- me coloca en la siguiente metáfora que tiene que ver con aquella que propone el camino como meta.

Ambos, terapeutas neurales y feministas, hemos emprendido viajes por caminos desconocidos, inciertos, aventureros, mutables... Y si bien hemos recogido las huellas de otras y otros sabemos que no es posible resolver los tremendo problemas de la salud y de la cultura con el mismo nivel de pensamiento que los genero. Estar en el camino nos hace seres en proceso. Pasos buscando sus pasos sabiendo que el rumbo es ese, el día a día, el golpe a golpe, los múltiples actos creativos que diariamente presenciamos cuando la experiencia deja de ser un acto repetitivo y neurótico.

Sin destino final, sin meta, sin fatalidad, nos queda simplemente el peregrinaje, la jornada, la danza, el movimiento, el deseo profundo que nos impulsa. Es una forma mucho más gozosa, vital y abierta a lo imprevisto, a lo desconocido. Sabemos que el camino es la meta y que no podemos desligar medios y fines. Por muy importante que sea el qué, no puede lograrse a cualquier precio, el qué sin el cómo no nos. Eso nos hace cómplices y nos hace compartir la oración de quien descubre concédeme señor la gracia de que en el infinito universo de los viajes sea yo quien, una y otra vez, se descubra. Vivir la diferencia en la diversidad ha sido también un compromiso vital. Para el feminismo ha sido muy claro plantear la igualdad entre mujeres y hombres en términos de derechos y oportunidades, pero nunca la igualdad de las mujeres con los hombres porque eso implicaría el triunfo del modelo masculino dominante y su correspondiente fuerza, competitividad, conquista, dominación. Las mujeres no aspiramos a ser como los hombres, como los terapeutas neurales no pueden aspirar a mirarse en el espejo de la ortodoxia y el método científico, eso seria aspirar a mirarse con los ojos del amo o llegar a ser como esos seres que llegan a ser lo que rechazaron. No. Lo que queremos es cuestionar el modelo social, medico y cultural androcéntrico y antropocéntrico, en donde las diferencias no sean utilizadas para la desigualdad, porque precisamente las diferencias encierran una potencialidad extraordinaria.

Para las feministas ha sido clave entender las trampas de la igualdad, entender que ello no cambia la estructura de dominación sexista y que por el contrario la reafirma, que el patriarcado ha colonizado también nuestros imaginarios y nuestros deseos.

A estas alturas lo que si tenemos claro es que hay ciertas precariedades varoniles que son francamente insoportables: los que usan la inteligencia para la humillación, el amor para el chantaje, el poder para la dominación, la fascínate seducción para trofeo de vanidades. Los que creen que la masculinidad es esa irrisoria caricatura de Rambo y no logran conectarse con sus arquetipos mas profundos y confunden el creador con el protector, el libertario con el caótico, el solidario con el dependiente, el consejero con el manipulador, el amante con el posesivo, el chaman con el charlatán, el guerrero con el machista. Ya no es posible gozar los previsibles guiones del patriarcado y sus bufonadas de guerra. Durante siglos los hombres y los modelos de salud han estado obsesionados por dominar y controlar. Y la manipulación, la explotación y la competencia, símbolos de su ideología, no sólo han convertido el planeta en un basurero, sino que han hecho aceptar como ciertas las oposiciones entre naturaleza y cultura, ciencia y divinidad, cuerpo y alma.

Ser hombre, como ser alternativo, es un aprendizaje. La masculinidad es algo que se aprende y se construye y por lo tanto también puede cambiar. Las cadenas y los roles que esta sociedad les ha impuesto a los hombres son sencillamente patéticos y en el fondo les han producido muchos dolores e infelicidades. Un hombre que no se haya percatado de esto resulta francamente aburridor.

Las mujeres queremos elogiar las virtudes masculinas, esa fascinación que tienen por los retos y las aventuras, la inventiva, la audacia, la creación. Queremos hombres que acepten el desafió de cuestionar esta virilidad impuesta y se lancen a la aventura de aceptar su propia feminidad, mutando en otra cosa que ni ellos ni nosotras sabemos de antemano. Que entiendan que los espacios de dignidad ganados por las mujeres son también ganancia para ellos, que no los agredan sino que los impulsen a crecer con nosotras.

Durante mucho tiempo las mujeres les hemos reclamado a los hombres sus profundos silencios, su cobardía para amar, su imposibilidad de lágrimas, su dificultad en aceptar los errores, su reiterada negligencia en los asuntos cotidianos. Y ensayamos todas las formas de lucha: la seducción, la disputa, la ironía, la cantaleta.

Ya no se trata de convencer a nadie pues desde hace rato las mujeres nos dimos cuenta que teníamos que cambiar de piel intelectiva si queríamos cambiar la vida. Ya no era posible poner sobre los hombros de nuestros amantes la responsabilidad de nuestra propia felicidad. Las mujeres entendimos que podemos agenciar nuestro propio deseo, y que el amor seguiría siendo un mortal peligro si continuaba siendo una huida de nosotras mismas. Ahora sabemos que ambos, hombres y mujeres necesitamos cuestionar radicalmente los modelos en que nos hemos formado y aceptar que el poder ostentado ha sido equivoco y efímero. Basta mirar con un poco de atención los modelos de masculinidad y feminidad que nos proponen los medios de comunicación para encontrarlos pobres y tristes. Pero toparse con tipos que interpretan a pie juntilla los guiones de Hollywood, es sencillamente fastidioso. Esos que creen que su carro y sus mancornas son mas importantes que el agua de un rió o la piel de la infancia. Esos que vociferan iracundos fanáticos y autoritarios. Lo triste es que las guerras y sus simulacros avivan estas pasiones tristes. Lo vimos en Irak y lo vemos a diario en nuestro país: dogmatismo, vanidad, arrogancia, soberbia, indolencia, machismo, que guardas proporciones es el papel que juegan las religiones con sus dioses únicos patriarcales y los modelos médicos frente a la salud hegemónica. Por eso es preciso mutar y encontrarnos en terrenos mucho mas divertidos, más erotizados, más creativos. A lo menos que aspiramos las mujeres es a tener mejores y nuevos conflictos con nuestros hombres.

En lo personal tal vez lo que más me liga a la propuesta de la terapia Neural es su ética de la esperanza. Entender que es posible pensarnos los problemas y las soluciones desde lógicas no guerreras, bipolares y simplistas. Sacudirnos la creencia de que lo que sucede ahora va a continuar indefinidamente y despojarnos de la trivialidad aparente de los determinismos. A eso es a lo que nos invita un pensamiento complejo a saber que todo lo importante que sucede en la historia mundial o en nuestra vida es totalmente inesperado. O como lo plantea Prigogine al descubrir que grandes o pequeñas perturbaciones de la energía hacen que los sistemas vivos se desintegren para volver a integrarse a un nuevo orden mas evolucionado.

Es precisamente en los momentos más distantes del equilibrio donde es posible la transformación. En condiciones alejadas del equilibrio podemos tener una transformación del desorden y el caos en orden. Pueden surgir nuevos estados dinámicos. O en palabras de la poeta María Zambrano: "No se pasa de lo posible a lo real sino de lo imposible a lo verdadero" .

En este escenario desolador de la era Bush en donde pareciera que no hay alternativas posibles, la terapia Neural de la mano del caos, nos dice que el futuro no esta contenido en el presente y que es posible la auto eco organización y la emergencia de un nuevo orden en armonía con los fines de la naturaleza. Como dijera Holderlin, que donde abunda el peligro crece lo que salva.

También sabemos por experimentación científica es posible que si se le enseña a un grupo de ratas a sortear un laberinto en Nueva York, otro grupo de ratas en Pekín los sorteara en menor tiempo. Un patrón de información producido por el primer grupo genera para el segundo sin importar tiempo y distancia. Se produce una especie de resonancia, esa que aspiramos se de cuando hay coherencia vital, cuando el asunto empieza en el cuerpo, en la subjetividad, en la casa, cuando la revolución se vive en el pellejo. Vivir esta conmoción desde la autobiografía, la historia en primera persona, la genealogía personal. Ese es el reto.

Ahora de lo que se trata es de realizar desplazamientos vitales, que escapando de la lógica de los contrarios, posibiliten nuevos enfoques y puntos de vista:

De la guerra de los géneros, a la cual acudimos en algún momento las mujeres cuando confundimos el patriarcado con los hombres y vimos en ellos el enemigo que impedía nuestra propia autonomía, pasamos a la búsqueda de un ser reconciliado con cu parte femenina y masculina. Hoy las mujeres sabemos que debemos sanar nuestra propia realidad femenina herida e inhibida tanto en los varones como en nosotras por una cultura que desprecia los atributos de la diosa.

Del amor que subyuga al amor que libera. El amor ha sido para nosotras una trampa fatal porque ha sido una alineación de nosotras mismas. Confundido con el amor idílico de los boleros, el posesivo de las rancheras, el lastimero de los tangos o el océano de mermelada de los melodramas, el amor se convirtió en un sacrificio a costa de no amarnos a nosotras mismas. No basta con que las mujeres tengamos una independencia económica y profesional en el ámbito de lo público; no basta con que los hombres compartan el trabajo en lo doméstico; es necesario superar la dependencia emocional, esa dominación simbólica que se manifiesta en inseguridad, falta de autoridad y sumisión emocional.

El amor como cooperación, ese que nos remite a nosotras mismas de manera implacable, apenas si lo conocemos, apenas si lo inauguramos. Y ese es otro reto inaplazable.

También desplazarnos del poder como sumisión, al poder como construcción colectiva. Del ser o no ser al ser, estar y hacer partes. Del nihilismo, al reencantamiento del mundo.

De la rigidez, a la flexibilidad como fortaleza. De las jerarquías, a las redes de relaciones. De las estructuras a los procesos dinámicos. De las verdades absolutas, a las descripciones aproximadas. De la selección natural, a la gran cooperación entre las especies.

De la suma de las partes, al orden emergente. Estos desplazamientos inspirados en la cuántica, el caos, las diosas y las chamanas y que la terapia Neural ha actualizado desde su praxis, deben escapar de la lógica de los contrarios.

Cambiar la lógica del pensamiento es la herramienta mas poderosa que tiene la ciudadanía por ejemplo contra la guerra, salirnos de las lógica de la contundencia utilizada por los guerreros con sus balas y sus dogmas a una lógica de la persistencia aplicada con éxito por los movimientos de resistencia o de re-existencia como lo señalan los indígenas paéces colombianos argumentando que vivir solamente resistiendo es un destino triste que nos constriñe al terreno de los dominadores y sus lenguajes y no nos deja una tercera piel latinoamericana con sensibilidad e iniciativa propia, no sólo confrontarnos o identificarnos con el opuesto.

La fuerza de los guerreros se robustece con la cesión de poder que entrega la ciudadanía en la validación de una lógica de contrarios. Crear lógicas de desconcierto significa ensayar respuestas creativas, sorprendentes e inéditas que no pasan por la acción-reacción del ojo por ojo.

La propuesta política que ahora se esta jugando el feminismo y que creo también comparte la Terapia Neural es la experimentación de la conversación. La declaración de un estado de diálogo permanente, de posibilidades de encuentros, co-inspiraciones y negociaciones. Inventando maneras de comunicarnos, por sectores y deseos, en los lugares de trabajo y en las esquinas, por intereses y sueños, desde el testimonio o el análisis, en silencios y aplazamientos. Tenemos que hacernos cargo de la discusión del país, del planeta y de nuestras vidas pues no es posible aplazar por más tiempo los debates de fondo de nuestra convivencia. Ya no es posible que lo urgente siga nublando lo importante: la preservación de nuestras culturas, el cuidado del agua, la holgura del deseo, el territorio de la memoria... Volver a pensar, nuestra propia humanidad, al revés y para atrás, en los centros y en las periferias, en sus aparatos y en sus fugas, en sus villanías y heroísmos, sabiendo llevar nuestra porción de noche como nos lo propone Emily Dickenson. Aprender a conversar es nuestro reto más inmediato pues nunca como ahora en la era de la informática y las redes telemáticas tenemos un déficit tan profundo de comunicación. Conversar a la manera de Borges evitando las polémicas que se dan cuando de antemano defendemos una verdad, sino buscando la felicidad de los hallazgos cuando no importa que la verdad salga de una boca o de la otra.

Evitando las visiones únicas, las opiniones definitivas, teniendo presente que hombres y mujeres estamos atrapados en un modelo patriarcal que se nos mete en las células, que nos colonializa, que nos impone sus lógicas, sus estructuras, su lenguaje y que nos hace proclives a querer controlar, predecir, imponer, concentrar, acumular. Lo médico y por supuesto el concepto de salud que no son más que un reflejo de la cultura y de la política general de la sociedad, han estado inmersos en una cultura patriarcal, altamente negadora de lo femenino y su accionar ha sido antifemenino.

La salud y la medicina han tenido sesgos sexistas, que han dejado por ejemplo que la experimentación sobre los anticonceptivos recaiga exclusivamente sobre el cuerpo de las mujeres, que han negado la emoción como alternativa de investigación, que han borrado lo privado con sus altos contenidos políticos, que ha expropiado el cuerpo de las mujeres. La investigación científica, tampoco está ausente de las valoraciones sociales y los médicos y las médicas tienen un cargamento de creencias y de prácticas que hay que revisar.

Esto nos plantea, en primer lugar, la necesidad de poner en cuestión todo el modelo médico imperante, vertical, hegemónico, que divide y segmenta el cuerpo sin concepción del todo, que niega las propias potencialidades de autocuración, que expropia y estigmatiza, que se fundamenta en un orden institucional y arbitrario, y que es sordo a las sutiles manifestaciones del devenir vital.

Es deber de las mujeres denunciar éste tipo de medicina, ésta manera patriarcal de la salud. En esto también coincidimos terapeutas neurales y feministas.

Para terminar quisiera señalar la necesidad que vemos de revolucionar el tiempo, esa flecha que viene del pasado hacia el futuro, que se mide en minutos y segundos y que se convirtió en mercancía. Pues como lo señala Agamben cada cultura es ante todo una determinada experiencia del tiempo y no es posible una nueva cultura sin una modificación de esa experiencia, por tanto la tarea original de una autentica revolución ya no es simplemente cambiar el mundo, sino también y sobre todo, cambiar el tiempo.

Saber que muchos tiempos viven en uno e ir armonizando nuestra muchedumbre.